Drogadicción en el Chile del 2025
El consumo de drogas en Chile: evolución, desafíos y nuevas amenazas en 2025
En Chile, el consumo de drogas ha dejado de ser un fenómeno marginal para convertirse en un problema transversal que afecta a todos los estratos sociales. Aunque persiste el estereotipo de que quienes consumen drogas son individuos con tendencias delictivas o personalidades antisociales, la realidad es mucho más compleja: médicos, profesionales, estudiantes y personas de todos los niveles socioeconómicos están expuestos a este fenómeno. La droga no discrimina por educación, ingresos ni entorno familiar.
Durante las décadas previas a los años 80, el consumo de sustancias ilícitas era incipiente y la información disponible provenía principalmente de organizaciones no gubernamentales. Estas entidades buscaban sensibilizar a la población, pero carecían de datos sistemáticos, actualizados y geográficamente zonificados. En respuesta a esta carencia, se creó el CONACE (Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes), que más tarde evolucionó en el actual SENDA (Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol). Hoy, SENDA cuenta con estudios detallados sobre el consumo en escolares y adultos, con datos recolectados en todas las regiones del país.
En 2025, los informes más recientes revelan que el consumo de drogas entre adolescentes ha aumentado, especialmente entre mujeres en edad escolar, con una prevalencia del 21.4% en estudiantes de 4° básico a 8° medio. Este fenómeno se atribuye a factores emocionales, sociales y familiares, donde el uso de sustancias puede representar una forma de escape ante situaciones difíciles. Además, se ha observado un incremento en el uso de drogas más duras como la cocaína (2.5%) y la pasta base (1.9%).
Nuevas drogas emergentes en 2025
El panorama de las drogas ilícitas ha cambiado drásticamente en los últimos años. A las ya conocidas marihuana, cocaína y pasta base, se han sumado nuevas sustancias que representan un riesgo aún mayor por su potencia y efectos impredecibles:
- Nitazenes: opioides sintéticos extremadamente potentes, hasta 100 veces más fuertes que el fentanilo. Su uso ha sido vinculado a un aumento de muertes por sobredosis.
- Xylazine ("tranq"): un sedante veterinario que, mezclado con opioides, causa graves lesiones cutáneas y sedación profunda. Se ha popularizado en mercados clandestinos como parte del llamado “tranq dope”.
- Valerylfentanyl: otro análogo del fentanilo que ha comenzado a circular en América Latina, difícil de detectar con pruebas convencionales.
- N-Ethylhexedrone y MDPV: estimulantes sintéticos similares a las “sales de baño”, que inducen paranoia, agresividad y compulsión.
- Semaglutida (Ozempic): aunque no es una droga ilícita, su uso fuera de prescripción médica como supresor de apetito y ansiolítico ha generado preocupación por efectos secundarios como anhedonia y alteraciones emocionales.
Tendencias nacionales
Según el 15° Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar (ENPE), el consumo de marihuana se mantiene estable en torno al 19.1%, mientras que el uso diario de tabaco ha descendido al 1.3%, su nivel más bajo desde que se iniciaron las mediciones. El consumo de alcohol también ha disminuido, pasando de 24.0% en 2021 a 22.7% en 2023.
Lo más preocupante es que el consumo de drogas ya no se concentra en comunas tradicionalmente asociadas al tráfico o la marginalidad. Comunas como Providencia, La Reina y Lo Barnechea presentan cifras de consumo similares o incluso superiores a comunas como La Pintana o Lo Espejo. Esto confirma que el fenómeno atraviesa todos los niveles socioeconómicos y que la buena educación no garantiza inmunidad frente al consumo.
Desafíos y respuestas
El aumento del consumo de drogas plantea desafíos urgentes para las políticas públicas. Es necesario fortalecer las estrategias de prevención en contextos escolares, capacitar a los adultos responsables y generar espacios de contención emocional. La labor de médicos, psicólogos, educadores y familias debe ser conjunta y coordinada, con el objetivo de proteger a los más vulnerables y ofrecer alternativas saludables.
Además, se requiere actualizar los estudios sobre consumo en embarazadas, un área aún desatendida, considerando el impacto que las nuevas sustancias pueden tener en el desarrollo fetal y en la salud mental de las madres.
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